La abuela Moses

La abuela Moses es la pintora más popular de los Estados Unidos; su obra está presente en multitud de museos americanos y europeos

Esta artista, cuyo nombre es Ana María Robertson (apellido de su marido), nació en una granja del estado de Nueva York el mismo año en que Lincoln fue elegido presidente de los Estados Unidos, y allí vivió casi aislada del mundo y dedicada a duras y monótonas labores, segun ella relata: «la vida era una especie de rutina: lavado de ropa, los lunes;zurcido y planchado, los martes; limpieza, los miercoles; costura, los jueves; trabajos caseros y de jardineria, los viernes…Nosotros nos haciamos los trajes y realizabamos todas las faenas de limpieza, pintura y decoración de nuestro hogar. En primavera habia que sangrar los arces para obtener jarabe y azucar y hacer jabón para todo el año; después llegaba la limpieza general de la casa y antes de acabarla y sin dejar de ocuparse de las restantes faenas, se habia de recoger la fruta, trabajos todos que eran a cargo de mujeres y niños. Las enfermedades, tan frecuentes en una numerosa familia, eran atendidas con nuestros propios recursos puesto que al médico sólo se recurría en casos de extrema gravedad…»

Así vivió Ana María hasta los setenta y siete años en los que la vejez y el artritismo la obligaron a dejar la mayor parte de sus actividades; pero como ella no se resignaba a este ocio forzado, inició entonces, y sin aprendizaje alguno, el arte de la pintura, supliendo, con su entusiasmo y aptitudes la falta de una preparación técnica. La base de su autocapacitación eran sus observaciones que almacenaba en el subconsciente, bien nutrido por una rica y candorosa imaginación, su gusto por el detalle de las mil incidencias recordadas con nostalgia y poéticamente y su facilidad para llevar estas sensaciones al lienzo y transmitirlas al espectador.

Sin dar importancia a su trabajo y manteniendo vivo su interés y clara su mente fue pintando, con dibujo fácil y prolijos detalles, los espectáculos del gran teatro de su vida humilde, tanto del pasado como del presente, hasta que un día, en 1939, cuando solamente llevaba dos años pintando, un ingeniero y coleccionista llamado Caldor, al pasar por el pueblo de Hoosick y padecer un fuerte dolor de cabeza, se detuvo en la única droguería de aquel para adquirir una aspirina. al entrar vio, en el pequeño escaparate, entre medicamentos, alimentos y confituras, una serie de curiosos cuadros naïves, que le interesaron y después de comprarlos todos, a cinco dólares la pieza, preguntó al tendero por el autor, diciéndole que se trataba de una ancianita que habitaba en una aldea cercana.

Allá se dirigio Caldor y como la anciana no se encontraba, porque había ido a visitar a unos amigos, fue despachado por la nuera de ésta, a la que adquirió la totalidad de los cuadros, regresando seguidamente a Nueva York, con el propósito de ofrecer el lote a los marchantes, pero todos lo rehusaron. A los dos añosde aquel encuentro con la obra de la vieja dama, el dueño de la galería Saint Etienne, el austríaco Kallir, al que la guerra obligó a salir de Francia, quedó impresionado por estas obras y entonces decidió organizar una exposición, la primera de la Abuela Moses. En ella, que abrió sus puerta s el 9 de octubre de 1940, todas las obras expuestas fueron vendidas, quedando pendientes multitud de encargos.

Ante el considerable éxito obtenido, los grandes almacenes Guimbel’s ofrecen una segunda exposición con el atractivo de que la autora asistiría personalmente y daría una conferencia, pero cuando fue llegado el momento de ésta, la anciana, desconcertada por la presencia de cerca de medio millar de personas y el aparato de unos micrófonos, que en su vida había visto, habló a su público de un tema para ella muy querido: la preparación y envasado de la confitura de fruta, de la que repartió algunas muestras, sin referirse para nada a la pintura o a sus cuadros. En 1949 realiza su segunda salida del pueblo siendo invitada, esta vez, por el presidente Truman, a tomar el té en la Casa Blanca.

La Abuela Moses se levanta a las seis y media de la mañana y después de un confortable desayuno compuesto de café, huevos y bacon se pone al trabajo en una pequeña y clara pieza próxima a la cocina. Para sus pinturas utiliza como soporte, en lugar del lienzo o tabla clásicos, la masonita o tablex, fibras de madera prensadas que, después de serradas a tamaño conveniente, prepara con tres capas de blanco como superficie imprimatoria sobre la que desarrolla sus pinturas. No utiliza caballete y trabaja en plano, sobre una mesa cubierta de hojas de papel de diario».

Ella dice que «cualquiera puede pintar. Todo lo que hay que hacer es representarse un cuadro en la mente y trasladarlo después al lienzo con los pinceles». Nunca utiliza modelos porque los considera poco prácticos. Como ya se dijo, todos los temas de sus cuadros enstán basados en recuerdos de su niñez y juventud. Su producción se calcula en un par de millares de cuadros, que en gran parte, regaló a sus amigos, familiares y a muchos visitantes desconocidos.

La abuela Moses es la pintora más popular de los Estados Unidos; su obra está presente en multitud de museos americanos y europeos y ha sido reproducida en millones de láminas, tarjetas postales y Christmas navideños, por su tan particular encanto hogareño. La valoración de sus cuadros, según tamaño, es de 500 a 5000 dólares, aunque la abuela piensa que es un pecado gastar más de 5 a 6 dólares por un cuadro «cualquiera que sea su autor». Aunque su producción está bien defendida por abogados y familiares, la anciana prodiga sus dádivas entre cuantos le rodean; en cierta ocasión recibió un cheque de seis millones que guardó en su cómoda durante dos meses hasta que su empresario le obligó a negociar; cuando al poco tiempo, aquel vino a verla, advirtió estupefacto, que la mayor parte de los billetes los había repartido como si fuesen caramelos.

«Todos somos artistas naïfs». M. Monny Restan- 1975 Ed LEDA Barcelona.

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